OPINIÓN | Qué busca la vicepresidenta Kamala Harris en México, y qué encontrará
Alexandra Ferguson
Nota del editor: Jorge G. Castañeda es colaborador de CNN. Fue secretario de Relaciones Exteriores de México. Actualmente es profesor de la Universidad de Nueva York y su libro más reciente es “America Through Foreign Eyes”, publicado por Oxford University Press. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivamente del autor. Ver más opiniones en cnne.com/opinion
(CNN) — Hay varias incógnitas en torno al próximo viaje de la vicepresidenta Kamala Harris a México y Guatemala los días 7 y 8 de junio.
Principalmente tienen que ver con el más grande de esos dos países, pero como Estados Unidos busca profundizar sus lazos en Latinoamérica, y, sobre todo, como espera frenar el flujo de migrantes que se dirigen a la frontera sur de Estados Unidos, las respuestas ayudarán a determinar si la administración de Joe Biden puede abordar eficazmente las llamadas «causas de fondo» de esa migración en México y el Triángulo Norte de Centroamérica.
En primer lugar, está la cuestión de los tiempos, ya que Harris parece haber elegido un momento extraño para visitar al vecino del sur de EE.UU.
El domingo 6 de junio, México celebrará las elecciones más grandes y polarizadas en años. Está en juego toda la Cámara de Diputados y casi la mitad de las gubernaturas del país, incluidas las de cuatro estados fronterizos.
Tanto el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO, como se le conoce) como una oposición unida han convertido estas elecciones en un referéndum sobre su controvertido gobierno. Ha criticado constantemente a las autoridades electorales, que han descalificado a un montón de candidatos de su partido; las autoridades electorales de México ya le han advertido que ha cruzado las líneas al defender públicamente a su partido antes de la votación. A estas alturas, es probable que se produzcan quejas y demandas generalizadas por los resultados. (El proceso electoral de México es aún más complicado que el de Estados Unidos. Es enrevesado, prolongado y plagado de un exceso de regulación, y los mecanismos de apelación probablemente se alargarán durante días, sino es que semanas).
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Teniendo en cuenta todo esto, quizá no sea el momento más propicio para la visita de la vicepresidenta Harris, sobre todo porque prácticamente todo el mundo tratará de involucrarla en las múltiples controversias electorales que seguramente surgirán. Una señal ominosa de esto fue la cancelación de su visita programada al Senado de México el próximo martes, anunciada el jueves por la noche por el senador Ricardo Monreal, líder del partido Morena en el Senado.
La segunda pregunta es sobre la agenda de Harris. Como ha dicho su personal, se discutirán una serie de temas, desde el desarrollo económico hasta el cambio climático, con el objetivo general de profundizar los lazos bilaterales. Harris también tiene previsto reunirse con una serie de partes interesadas, como líderes comunitarios, trabajadores y empresarios.
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Este itinerario político parece un buen comienzo. Pero, dada la prioridad que tiene la inmigración en las relaciones de Estados Unidos con estos dos países, especialmente en este momento, esperamos que Harris pueda discutir toda la gama de temas durante este viaje.
Harris, junto con el presidente Joe Biden y muchos funcionarios del Departamento de Estado y del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, ha dicho con razón que abordar la cuestión de la migración en México y Centroamérica no consiste solo en lanzar dinero a los gobiernos de una región con problemas de corrupción y un débil estado de derecho. Resulta alentador que el gobierno de Biden haya señalado que quiere colaborar con organizaciones internacionales, organizaciones sin ánimo de lucro, líderes comunitarios y otros.
Así que se me ocurren varias preguntas, principalmente: ¿Se comprometerá realmente Harris en México con estos grupos, tal y como prometió, algunos de los cuales están solicitando reuniones, o bien acabará dejándolos de lado para complacer al gobierno de México?
Para explicarlo: el presidente López Obrador se ha peleado con las organizaciones de la sociedad civil, especialmente con las que se dedican a los derechos de las mujeres o a la lucha contra la corrupción y la impunidad, insinuando que son conservadoras o traidoras. Sería absurdo que Harris se reuniera con esos grupos en Guatemala, por ejemplo, y no en México. (Así como, por ejemplo, sería imprudente que el gobierno de Biden recortara los fondos para los grupos de México y a la vez aumentara los de Centroamérica).
Pero, por desgracia, parece que Washington necesita la cooperación de México para mantener a los centroamericanos alejados de la frontera con Estados Unidos, es decir, para hacer el trabajo sucio de Estados Unidos. Harris podría enfrentarse a una presión implícita para evitar molestar a AMLO si se reúne con organizaciones sin ánimo de lucro, dadas sus rencillas públicas con ese sector.
Esto nos lleva a la migración. Aunque no es el único tema de su agenda, ocupa un lugar destacado en las relaciones de EE.UU. con la región, y uno se pregunta hasta qué punto Harris cubrirá toda la gama de temas políticos que están sobre la mesa durante esta visita.
Entre esos otros temas estarán, como siempre, las drogas y la seguridad, pero también los asuntos que la administración de Joe Biden ha planteado a otros gobiernos. Entre ellos, el cambio climático y las energías renovables, los derechos humanos y la democracia, el Estado de Derecho, la política macroeconómica y la (mala) gestión de las pandemias, e incluso las relaciones con Rusia y China, por no hablar de Venezuela. De hecho, muchas de estas cuestiones están vinculadas y no pueden dividirse fácilmente.
Pero está claro que la inmigración ocupa gran parte del interés de Estados Unidos, dado el flujo de inmigrantes que se dirigen al norte y las controversias internas que ha vivido Estados Unidos en materia de inmigración en la última década, incluso en el primer año de la presidencia de Biden.
Uno puede entender por qué podría dominar las reuniones de Harris.
Las propias políticas fronterizas de Estados Unidos son bastante complicadas de gestionar. Por ejemplo, la detención de la reciente y enorme afluencia de menores centroamericanos no acompañados hace que sea inevitablemente más complicado para los agentes de inmigración reunir la mano de obra necesaria para disuadir a los varones mexicanos solteros que intentan entrar en EE.UU. sin papeles. Los recursos pueden agotarse fácilmente. Por eso el gobierno de Biden, como el de Trump que le precedió, ha buscado acuerdos con México y los países centroamericanos para ayudar a frenar el flujo de los que salen.
Para EE.UU., la inmigración desde México es un tema complicado en sí mismo, uno que se relaciona con las políticas internas de AMLO. Esta es una de las razones por las que el número de aprehensiones de ciudadanos mexicanos ha crecido tanto desde 2019: la emigración ha aumentado desde algunas zonas, a medida que la pobreza da a algunos mexicanos más razones para irse. Las políticas macroeconómicas de AMLO y el colapso de la economía de México en 2020 han atraído poca atención de Estados Unidos, lo que le ha permitido hacer un mal manejo de esa economía sin obstáculos. Eso, a su vez, ha estimulado la migración.
La inmigración también está relacionada con otras cuestiones de control fronterizo y de seguridad para Estados Unidos. Dedicar tropas y policías a acorralar a los menores hondureños y a sus madres resta recursos a otras tareas, concretamente a la lucha contra las drogas, lo que quizá explique el aumento de las exportaciones de fentanilo desde México, que a su vez es responsable del trágico aumento de las muertes por sobredosis de opioides en Estados Unidos: más de 90.000 en 2020.
Los derechos humanos, la democracia y el estado de derecho son también desafíos fundamentales en el Triángulo Norte (como se conoce a Guatemala, Honduras y El Salvador) que deben ser abordados para poder solucionar las «causas de fondo» de la migración. Y lo mismo ocurre en México. Human Rights Watch ha advertido sobre las crecientes amenazas a los derechos humanos y a la democracia bajo el mandato de López Obrador. Sus intentos de presionar a la Corte Suprema, a los organismos independientes del país y a los medios de comunicación no son diferentes a lo que el presidente Nayib Bukele ejecuta en El Salvador.
Y de hecho, si Harris evitara mencionar la corrupción en México mientras asigna a López Obrador un papel de socio para combatirla en Centroamérica, sería algo así como un oxímoron. México no es el país que nos viene más rápidamente a la mente cuando pensamos en combatir la corrupción en cualquier lugar, ni siquiera en Centroamérica.
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Las respuestas a estas preguntas, sobre si Harris se reunirá con grupos de la sociedad civil y planteará un conjunto más amplio de cuestiones, más allá de la inmigración, durante su estancia en México, deberían ser «sí».
El momento de la visita de la vicepresidenta Harris es desafortunado, pero Harris debería reunirse con muchos sectores en México, principalmente grupos de mujeres, defensores de los migrantes y activistas anticorrupción, y no solo con López Obrador y sus funcionarios, como su oficina ha indicado que hará.
La agenda de Harris debería incluir toda la gama de temas bilaterales, aunque solo sea para demostrar que ella y su jefe los toman en serio y no están dispuestos a dejarlos de lado en aras de la cooperación en materia de migración. Al menos hasta que el propio Biden tenga tiempo de sentarse con López Obrador para un «momento de claridad» y una revisión completa de la política estadounidense hacia México.