OPINIÓN | Mario Kreutzberger (Don Francisco) tiene ganas de vivir
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Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor, periodista y colaborador de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones aquí expresadas son exclusivamente suyas.
(CNN Español) — Encontró, recluido en su casa, el tiempo y el silencio requeridos para una verdadera y total introspección. Entre las pocas cosas buenas que ha dejado la pandemia habrá que anotar el libro Con ganas de vivir, las memorias de Mario Kreutzberger (Don Francisco).
La primera vez que escuché hablar de Don Francisco fue a Joaquín Blaya, chileno, expatriado en Miami, y presidente de Univision (luego lo fue de Telemundo). “Lo he contratado –me dijo entusiasmado–. Será un gran éxito”. Estábamos a mediados de la década de los años ochenta. Pensé que nadie iba a “mover la colita” en Miami, pero no se lo dije. No me gusta dar malas noticias. Como casi siempre, me equivoqué. Todos movieron la colita.
Don Francisco, a lo largo del libro se acusa (a sí mismo) varias veces de «machista». Era otra época. Fue un éxito total entre los hispanos de Estados Unidos.
En sus memorias está todo. Mario es un gran conversador. Es el entertainment perfecto. ¿Un animador? Me sabe a poco. Canta, baila dice cosas inteligentes. Es rápido en la respuesta. ¿Un entretenedor? Desgraciadamente, la palabra en español no tiene el amplio campo semántico que tiene en inglés. Es el gran comunicador de emociones, sensaciones y reflexiones. Lo volvió a demostrar este año con el programa especial que presentó en CNN en Español.
En sus memorias revela sus éxitos y fracasos, sus filias y sus fobias, sus observaciones sobre la realidad política y social. Su inextinguible amor por Temy, su mujer, una criatura realmente excepcional. Habla de todo lo humano y lo divino.
Lo humano suele ser Sábado gigante. Un exitoso programa que comenzó en Chile, duró 53 años, y se desbordó hasta ocupar casi ocho horas de la programación sabatina. Después se apoderó de los inmigrantes hispanos en Estados Unidos por más de varias décadas. Sábado gigante es el mayor y más largo éxito televisivo de todos los tiempos, de acuerdo con el Guinness World Records.
Lo divino era producto del carácter judío de Mario y de su enorme curiosidad religiosa. ¿Cómo celebrar el hecho de que sus padres pudieran sobrevivir al Holocausto y hubieran escapado a Chile? Casi todas las noches de los viernes reunía a un grupo de amigos en su casa de Miami para discutir cuestiones filosóficas que extraía del Viejo Testamento. Era su versión del sabbat. A Mario lo distinguía su condición de agnóstico, esto es, su respeto a todas las religiones, pero sin afiliarse a ninguna, porque es incapaz de elegir (y mucho menos imponer) a un dios “verdadero”. Sencillamente, como buen agnóstico, no sabe.
A Mario Kreutzberger le interesa la gente. Puede y suele escuchar. Pero las personas le interesan genuinamente. Nada de simulaciones. Es un hombre dominado por la empatía. Incluso, le interesan los políticos, aunque, como a todos, unos más que otros. Destaca que Ronald Reagan fue capaz de legitimar la presencia de millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos. Muchos de ellos, televidentes suyos. Recuerda con afecto a George Bush (padre). Eso, entre los republicanos. Pero también tiene palabras de elogio para los demócratas Bill Clinton y Barack Obama. Ambos fueron muy deferentes con él. A Donald Trump apenas lo menciona. Por algo será.
Dedicó una tarde a hablar con un humilde cubano que había llegado en una precaria embarcación junto a un pequeño grupo de fugitivos. Le conmovió el relato cuando le contó que una tormenta tropical les arrancó el motor, el agua potable, la comida, la improvisada vela y hasta la brújula. La historia es estremecedora. Mientras casi todos se entregaban a la desesperación, uno de ellos tomó repentinamente el mando y logró llevarlos a buen puerto. Había un líder en el grupo. Por eso no fueron a parar, como miles de sus compatriotas, a los temibles dientes de los tiburones.
En el libro, donde se registran todas las emociones de Mario, solo hay dos momentos amargos: cuando critica la irresponsabilidad de ciertas redes sociales, y cuando aborda el complicado mundillo de un supuesto hijo, quien le dejó un papel, mal redactado, con la “noticia” de que él era su padre. Inmediatamente, dice, la “opinión pública”, por medio de las redes sociales, lo juzgan y lo condenan. No escuchan, señala. No oyen sus argumentos, dice el autor. Mario dice que ni siquiera estaba en Chile cuando ciertos actores lo acusan de haber engendrado un hijo. Algunos se prestan a hacerle el juego a alguien que puede ser un extorsionador. Mario se somete a la prueba de ADN. Inequívocamente, sale absuelto, pero el supuesto hijo alega que Mario era una persona tan influyente que podía alterar el resultado del laboratorio. Una vez más le hacen la prueba. De nuevo, el ADN le da la razón, pero esta vez la sentencia obliga al sujeto, al supuesto hijo, a pagar a los abogados y los costos del laboratorio.
Hay tres aspectos de la vida de Mario Kreutzberger que se resaltan en Con ganas de vivir, su libro de memorias. Uno es su iniciativa en los Teletón con el fin de recaudar fondos para una red de clínicas especiales que atienden a niños con discapacidades. Lo hace en contra de un pequeño grupo de inconformes que despotrican contra él en los medios. Tiene a su favor un enorme porcentaje de la población chilena. En la medida en que Chile se ha ido haciendo cada vez más rico, mayor es la recaudación. El objetivo del primer Teletón era obtener US$ 1 millón. Fueron casi US$ 3 millones los que se consiguieron. En 2020, muchos años después de iniciada esa cita con la solidaridad chilena, en el año de la pandemia, en el que no era posible la presencia en el estudio de los animadores, se recaudaron más de US$ 50 millones. Una verdadera proeza.
El segundo aspecto es lo importante que resulta la familia para Mario. Ya sabíamos lo que aprecia a Temy, su mujer, pero los hijos, los nietos, y pronto los bisnietos, son vigorosamente recordados.
El tercero, francamente, me sorprendió: cómo la personalidad de Don Francisco se trenza con la de Mario Kreutzberger y llega a dominarlo. En todo caso, estamos ante uno o dos personajes fundamentales en el Chile moderno. No se puede escribir la historia de este singular país sin mencionarlo. Yo creo que merece el Premio Nobel de la Paz. Espero que se lo otorguen.