Trabajadores arriesgan la vida con DACA aún en juego
PHOENIX — Uno de ellos se siente bendecido por poder trabajar de técnico de emergencia durante la pandemia para así poder ayudar a su comunidad.
Otro, un técnico en electromecánica para la compañía Frito Lay, ha estado trabajando muchas horas extras para poder mantener llenos las estantes de los supermercados. También está Itzel Gama Santiago, una asistente de cirugía oral que dice poner en riesgo su salud todos los días.
“Esta pandemia, es como si todos estuvieran sintiendo lo que nosotros hemos sentido. Miedo a perder tu trabajo y temor de lo que nos depara el futuro, todo por algo que no está bajo tu control”, dijo Gama.
Todas estas personas tienen algo en común: son beneficiarios del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, conocido como DACA por sus siglas en inglés, y son considerados trabajadores esenciales durante esta crisis mundial. No solo viven con el miedo constante de contaminarse a ellos mismos y a sus familias al salir a trabajar, pero también están preocupados con la decisión que la Corte Suprema debe tomar aún esta primavera, sobre si se acaba o no con el programa DACA.
El programa DACA permite que ciertos jóvenes indocumentados puedan temporalmente vivir y trabajar legalmente en los Estados Unidos. En septiembre de 2017, la administración del presidente Donald J. Trump anunció el fin del programa. Esta acción llamó la atención de varios grupos de defensa de los derechos de los inmigrantes, iniciando un desafío legal que puso el destino de DACA en las manos de la Corte Suprema, que está por decidir el futuro del programa.
Para quienes tienen DACA y son trabajadores esenciales, la incertidumbre se manifiesta por doble partida. Al mismo tiempo en que tienen miedo de enfermarse, también se preocupan de su futuro en este país, pues en cualquier momento todo puede cambiar. En la peor de las hipótesis, ellos pueden ser deportados.
Heriberto Meza lleva casi cinco años trabajando como técnico en electromecánica para la compañía de Frito Lay, donde cada día se expone al contagio del virus. Meza dice sentirse con miedo al exponer a su madre quien tiene diabetes y 70 años de edad.
“Ella es más propensa por la información que han dado, que [el coronavirus] ataca más fuerte a las personas mayores de edad que tienen su sistema inmunológico más débil”, dijo Meza, explicando que su miedo es contraer el virus y pasárselo a su madre.
Meza ha tomado varias medidas para proteger a su familia. En su trabajo, sigue un protocolo donde tiene que mantenerse a seis pies de distancia de sus colegas y usar mascarilla todo el tiempo. Al llegar en su casa, dice que antes de tocar la perilla de la puerta, usa desinfectante de manos para evitar el contagio.
Su familia le dice que no trate de hacer vueltas que no sean necesarias, que tome la cuarentena en serio.
“El miedo es inminente,” dijo él. “Me imagino que todo el mundo tenemos miedo”.
Un informe publicado en abril por el Centro de Estudios Migratorios (Center for Migration Studies), utilizando datos del censo, reveló que 18 por ciento de los trabajadores clasificados como “esenciales” por el gobierno federal — o sea, aquellos quienes satisfacen las necesidades médicas y de salud, alimentación, seguridad, y infraestructura — son inmigrantes. En Arizona, la tasa es de 18.3 por ciento. California, por su parte, tiene el porcentaje más alto de todo el país — 35.9 por ciento.
Ángel Reyes trabaja como proveedor de alimentos para un hospital local, o sea, es él quien planea la dieta de los pacientes y les entrega la comida. Él dice que ha estado tomando precauciones, como lavarse las manos con más frecuencia — y piensa en lo que toca antes de tocarlo. No solo está preocupado por su propia salud, sino también por la salud de su padre, quien sufre de asma, un problema respiratorio que lo pondría a él en más riesgo si se infecta con el virus.
Reyes se cambia la ropa de trabajo antes de entrar a su casa, siguiendo la recomendación de los profesionales de salud en el hospital donde trabaja.
Al mismo tiempo Reyes dijo “que el gobierno no nos considera tan esencial porque no nos dan beneficios y ni se preocupan más por nosotros con todo lo que está pasando con el virus”.
Igual que Reyes, Gama se ha acostumbrado a cambiarse la ropa de trabajo antes de entrar a su casa. Ella dice que entra en contacto con más de 50 pacientes al día y aunque están tomando medidas extremas en la clínica dental donde trabaja, como usar equipo de protección personal, todavía no quiere arriesgar a su familia.
Ella dice que se siente muy bendecida de ser considerada una trabajadora esencial y que todavía puede mantener a su familia durante estos tiempos difíciles. Sin embargo, señaló la ironía de que en cualquier momento la decisión de la Corte Suprema podría quitarle eso y mucho más.
“Creo que hemos estado en esa posición por mucho tiempo, pero siempre trabajamos duro con esperanza de que nada malo pase”, dijo Gama.
Añadió: “Sería realmente cruel deportar a los Dreamers sabiendo que todo su esfuerzo y trabajo han estado aquí”.
Luis Reyes Ceniceros, el técnico de emergencia, dijo que la rutina de su trabajo ha cambiado desde los primeros casos del COVID-19 en Arizona. Dice que la compañía para la cual trabaja a puesto nuevas medidas para proteger a sus trabajadores y también a los pacientes, como el uso de guantes, mascarillas, lentes de protección para los ojos y batas médicas.
Él dice que después de cada transporte de pacientes, él y sus colegas tienen que desinfectar la ambulancia, lo que les toma alrededor de 30 minutos. Su familia se preocupa por él, pero saben que tiene que trabajar.
“Yo compré mi casa y necesito pagarla”, dijo.
En estos momentos para él lo que es más preocupante es la posibilidad de que no pueda renovar su licencia de técnico de emergencia o empezar la escuela de enfermería en el otoño, como lo tiene planeado.
“Si me quitan DACA, no sé si pueda ir a la escuela, seguir trabajando”, dijo.
El In-n-Out Burger donde trabaja Yuli López sigue abierto durante la pandemia, pero sus horas han sido reducidas en más de la mitad. Porque solo está abierto el auto-servicio, el restaurante ya no necesita de tantos empleados.
Sin embargo, esta no es su única preocupación. Como los otros inmigrantes que tienen DACA, está nerviosa por lo que puede decidir la Corte Suprema.
“Siento mucha ansiedad, pero confío que toda saldrá bien”, dijo López. “Lo único que puedo hacer es ser paciente y esperar la decisión”.