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OPINIÓN | Raúl Castro deja la dirección política de Cuba y Miguel Díaz-Canel toma su lugar, ¿cómo lo hará?

Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continuada en su profesión hasta la fecha. Tiene posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Sociales, así como estudios superiores posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Actualmente, Dávila Miguel es columnista de El Nuevo Herald, en la cadena McClatchy y analista político y columnista en CNN en Español. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Mira más en cnne.com/opinion

(CNN Español) — El VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba comenzó este viernes con tres objetivos sobresalientes: la revisión de las políticas económicas y metas establecidas durante el VII Congreso; el análisis de la función de dicho partido en su trabajo político ante el nuevo ordenamiento económico, y el cese de Raúl Castro, que en dos meses cumple 90 años, como máximo dirigente del Partido Comunista y del Gobierno cubano. Después de 62 años ya no habrá un Castro en el poder.

Los dos primeros objetivos podrán ser analizados, certificados y diluidos fácilmente mediante una conveniente dialéctica política. Pero no la retirada de Raúl, portador de una “legitimidad histórica” en la idiosincrasia política nacional por el triunfo revolucionario de 1959, considerado “fuente de derecho”.

Raúl Castro renuncia a la jefatura del Partido Comunista de Cuba

Pero ¿qué consecuencias tendrá el retiro del último de los Castro, cuya autoridad y respeto es sólido en las esferas del poder cubano?

La actual situación en Cuba es la más aguda desde la caída de la URSS, a principios de los 90. La economía se redujo en 11% en 2020, un 3,3% más que el declive regional.

La pandemia del covid-19 posiblemente sea vencida con las vacunas cubanas, aún en fase de prueba, y qué bueno; pero qué pasará con la epidemia económica, endémica en la realidad sociopolítica nacional desde hace seis décadas. ¿Quién cargará con los cambios necesarios? No los del quedar bien en las fotos del Granma, sino los necesarios.

El poder cubano es como un buque de gran calado, navegando hacia un socialismo definido por una vetusta ideología, muerta en Moscú hace 30 años, y que parece dirigirse a las leves aguas de una mayor pobreza nacional. Bajo Raúl Castro, ese ha sido el rumbo, pero Castro contaba con la “legitimidad histórica”. Ahora ¿cómo podrá legitimarse ante la población el nuevo primer secretario del Comité Central del Partido Comunista Cubano, Miguel Díaz-Canel, al convertirse en la mayor figura política de Cuba?

A pesar de las promesas de Joe Biden de volver a la política cubana de Barack Obama, no parece que eso vaya a suceder en breve.

Biden tiene su plato lleno con los asuntos nacionales, porque es el presidente de Estados Unidos, no de Cuba. Se espera que después de este congreso, el principal político de Cuba sea Miguel Díaz-Canel. Y será él quien deberá resolver los asuntos cubanos. Es conocido el justo y repetido tema del embargo estadounidense contra Cuba, y es cierto que afecta –– y mucho–– económicamente a la isla, no hay dudas. Pero Cuba es un país soberano, no dependiente de nadie, sobre todo de Estados Unidos. Ahora, le toca demostrarlo de nuevo en esta difícil y renovada coyuntura. Sin tanto llanto.

Para lograr legitimidad ante la población cubana, Díaz-Canel tendrá, obligatoriamente, que mejorar las mínimas condiciones de vida del cubano de a pie. No es mucho pedir para “una revolución más grande que nosotros mismos”, como proclamó Fidel Castro, en enero de 1959. Si el Gobierno cubano no hace los cambios necesarios para mejorar la vida diaria de la población, posiblemente, el pueblo buscará cómo hacerlos. ¿Tendrá que torcer Díaz-Canel un poco, un poquito o mucho el misterioso rumbo del buque nacional? ¿A Vietnam, a China, a un socialismo especialmente cubano, a Numancia, al descubrimiento inaudito de un socialismo cuántico?

Y si encuentra el rumbo adecuado para el buque nacional –– inmerso en estos momentos en una reforma cuasi neoliberal, no de nombre, aunque sí de efectos––, el primer secretario tendrá un enemigo formidable y disimulado en la tripulación del buque. Es la proteica burocracia político-económica cubana ––creada por la parsimonia estatal–– siempre cambiante y siempre igual, acostumbrada a decir oportunamente un sí ritual a los de arriba, mientras aprovecha lo que puede: un fin de semana en la playa, una jaba de alimentos, el privilegio se sentirse parte de algo “más grande que nosotros mismos”.

Salvando los cubanos honestos, que muchos hay, dicha burocracia se extiende por todas partes y renglones, lo mismo detrás del buró parlamentario o partidista que tras la tarima del carnicero. Son fácilmente identificables, próximo primer secretario Díaz-Canel: son los que dicen que sí siempre. Porque a los cubanos que dicen que no, y suya es también la calle, se les castiga.

Así, ya en pocos días no habrá ningún Castro en las estructuras del poder cubano; por cierto, una condición expresa de la Helms-Burton para flexibilizar la política estadounidense hacia Cuba.

Veremos cómo se gana su legitimidad el próximo primer secretario del PCC Miguel Díaz-Canel, nacido después de la Revolución cubana, cuando desaparezca de su hombro la figura protectora de Raúl Castro. Le va a hacer falta ganársela. La soledad del corredor de larga distancia.

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